Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo
Domingo 30 de mayo
Solemnidad Santísima Trinidad
Ciclo B: San Mateo 28, 16-20
Los católicos iniciamos cada ceremonia religiosa invocando al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, así hacemos una confesión pública de nuestra fe.
Para llegar a esta práctica religiosa fueron necesarios varios siglos de estudio, reflexión, oración hasta la confesión de fe.
En la Sagrada Escritura hayamos el núcleo de todo este misterio revelado por Jesucristo para nuestra salvación. Del Dios único del Antiguo Testamento poco a poco pasa en el Nuevo Testamento la revelación a hacernos conocer a Jesucristo como Hijo del Padre, y el mismo Señor nos enseña del Espíritu Santo, que nos envía, y que nos da tanto el Padre como el mismo Redentor para que habite en nosotros sus hijos adoptivos.
En la solemnidad que hoy nos convoca no celebramos ninguno de los misterios de la redención en modo particular, sino todo está centrado en Dios Único en tres personas, le celebramos por ser quien es.
Las grandes ideas reveladas en los textos de la Escritura nos muestran al Señor como el único. “No busques a otro fuera de Él, no le encontraras”, Nadie ha hecho las maravillas obradas por su mano en favor de su pueblo. Realizadas por pura misericordia desde la creación. Ha puesto sus ojos en sus fieles, obras de sus manos para que vivan y no decaigan por falta de su amor, su vida, su vocación de eternidad. Así pues, el profeta Daniel nos hace cantar hoy que Él es nuestro auxilio y escudo como no podemos esperarlo de nadie más.
Por último, el santo Evangelio de San Mateo nos vuelve al momento de la Ascensión del Señor en Galilea. Allí vieron al Cristo Resucitado reconociendo al Hijo del Padre, encarnado, muerto y resucitado. La más plena misericordia del Padre obrada en favor de los hombres, el escudo frente a la muerte de sus fieles.
Es lo que hemos visto y oído, como dirá san Juan. (cf 1 Jn 1,1-4)
Así surge el tiempo de la Iglesia testigo del amor de Dios para todos. Vayan y bauticen, hagan herederos de las misericordias del Dios todopoderoso que ha dado a su Hijo, como escudo salvador de la muerte, y su amor que habitará en sus hijos adoptivos, el Espíritu Santo.
Podemos llamar a esta celebración de la Iglesia la fiesta de la alegría de la salvación, de la vida eterna, de la herencia universal de la vida en el amor eterno del Dios que ha hecho tanto por nosotros.
Tiempo de vida feliz y alegre para comunicar la gloria del Señor que nos ha revelado desde la zarza ardiente de su corazón. El tiempo de la misión, del trabajo para dar a conocer y acompañar a los hermanos, a descubrir que también son amados eternamente por su Padre en el Hijo por su Espíritu de amor.
Tiempo de misión. Parafraseando a María (Jn. 20,13) diríamos “se han llevado a mi hermano y, dime dónde lo han puesto, no sé dónde encontrarlo, yo me lo llevaré”. San Mateo nos muestra el camino, para que los unos y los otros en la Misión Compartida podamos encontrar al hermano perdido: hambriento, sediento, desnudo, enfermo, encarcelado. (cf.Mt.25,31ss.)
Gloria a la Santa en Indivisa Trinidad Padre, Hijo, Espíritu Santo.
Equipo de animación litúrgica, misioneros redentoristas, Santiago