Reciban el Espíritu Santo
Domingo 23 de mayo
Solemnidad de Pentecostés
Ciclo B: San Juan 20,19-23.
Con la Solemnidad de Pentecostés hemos llegado a la plenitud del tiempo litúrgico de Pascua. Cristo Resucitó y ha ascendido a la derecha del Padre, y puede cumplir su promesa, enviarnos una nueva presencia, ya no fuera de nosotros, sino dentro de nosotros. En Pentecostés esa promesa se hace realidad, Jesús desde el Padre nos envía al Espíritu Santo, el defensor, el abogado, el dulce huésped del alma, que viene a iluminar nuestras conciencias, fortalecer nuestras debilidades, a sanar nuestras heridas, a transformar nuestra tristeza en alegría, renovando nuestros corazones para hacernos testigos de su Resurrección.
Recordemos que Jesús consolaba a los apóstoles, ya que ellos se lamentaban de su partida a la casa del Padre, diciéndoles en verdad les conviene que Yo me vaya, sólo así podré enviarles desde el Padre al Espíritu Santo: Él les recordará todo lo que yo les he enseñado.
Con alegría y gratitud, hoy Cristo cumple su promesa y nos envía el Espíritu Santo. Nos dice a cada uno de nosotros, como a los apóstoles en el evangelio: reciban el Espíritu Santo. Hoy deseamos que se realice un nuevo Pentecostés en toda la Iglesia, para que quedemos llenos del Espíritu Santo, y podamos decir: todos hemos bebido de un mismo Espíritu.
Los bautizados, en la Pascua, celebramos la liberación del pecado y la vida nueva de hijos de Dios; y al recibir el Espíritu Santo en Pentecostés, sabemos que Cristo continua su obra de salvación a través de los siglos y que estamos en el tiempo de los frutos y de la cosecha. Animados por el Espíritu Santo los cristianos tenemos que:
-
Fortalecer la fe en la presencia y en la acción renovadora del Espíritu Santo en nuestras vidas. Debemos vivir con la firme convicción que el Espíritu Santo vive en nosotros. Así lo afirma con toda claridad san Pablo ¿No saben que son templos de Dios y que el Espíritu Santo habita en ustedes? Habita en nosotros como en un templo vivo; y actúa en nosotros para llevar a su perfección la obra de salvadora de Cristo.
-
Intensificar nuestra súplica constante al Espíritu para que actúe, cada día más, en nosotros, en nuestros hermanos, en todas las realidades de nuestra Iglesia, en todos y cada uno de los hombres. Roguemos al Espíritu que sea hoy, para todos los bautizados, luz que nos descubre con claridad el evangelio, llamarada de fuego que nos abrasa y nos identifica con Cristo, y viento impetuoso que nos lanza a proclamar con valentía que Jesús es el Señor. Suplicar al Espíritu para que nos conceda los dones que ha anunciado el evangelio: el perdón de los pecados, la paz y la alegría, y nos regale todas las gracias que necesitamos para ser hombres de Dios, testigos del Redentor, hermanos de todos, y promotores de un mundo más justo y fraterno: en la familia, en nuestras comunidades religiosas, en el trabajo, en los centros de enseñanza, en la política, en los medios de comunicación social, en los sindicatos, en los lugares de diversión.
-
Comprometernos para caminar a impulsos del Espíritu Santo, a ejemplo de María, que fue dócil al Espíritu porque escuchó la Palabra de Dios y la puso en práctica. Esto es caminar a impulsos del Espíritu: esperarlo todo de su acción santificadora y estar muy atentos a sus inspiraciones para, con su ayuda, ponerlas en práctica. Impulsados por el Espíritu Santo, siguiendo a San Alfonso, los Redentoristas queremos continuar anunciando, en un mundo herido, la abundante redención en Cristo.
Oremos: Ven Espíritu Santo, y envía desde el cielo un rayo de tu luz. Ven, Padre de los pobres, ven a darnos tu luz. Ven Espíritu Santo, Tú eres descanso en el trabajo, templanza de las pasiones, alegría en nuestro llanto. Ven Espíritu Santo, concede a tus fieles los siete dones sagrados. Amén.
José Rodríguez Aravena, misionero redentorista, Santiago.