Dios es amor
Domingo 09 de mayo
Sexto Domingo de Pascua.
Ciclo B: San Juan 15, 9-17
La identidad de una persona es lo que la caracteriza en lo más íntimo de su ser, más allá de las circunstancias que le pueden afectar. La carta de San Juan nos recuerda cuál es la identidad más profunda de Dios: el ES AMOR. Es decir, el amor, no es sólo una acción que Dios hace, sino que es su propia identidad. Fue esta la predicación que Jesús hizo de su Padre: es el Padre lleno de ternura y misericordia, que ama a todos porque no puede hacer algo que vaya en contra de su esencia más profunda.
En esta realidad profunda de nuestro Dios, se enraíza el mandamiento que Jesús ha entregado a sus discípulos de su tiempo, pero también a los de este tiempo. Amarse los unos a los otros, como Jesús nos ha amado es la identidad de cada cristiano y cristiana de todos los tiempos: «en esto los reconocerán que son mis discípulos, en el modo como se amen» (Jn 13, 35). El amor es por ello, lo distintivo de cada cristiano. Más que llevar una cruz en el pecho o usar una vestimenta determinada, lo que distingue a un verdadero discípulo es el modo como ama a los demás. Este fue el testimonio de los primeros cristianos y con su ejemplo fueron fuerza que atrajo a muchos a hacerse cristianos, pues exclamaban: miren como se aman.
Este mandamiento es posible cumplirlo sólo si permanecemos unidos a la «Fuente del amor» que es Dios. «Permanezcan en mi amor» les dice Jesús a los apóstoles, esa es la clave para que también nosotros podamos amar, como Él nos ha amado. Solo unidos a la vid, los sarmientos pueden dar verdaderos frutos, como se nos recordaba el domingo pasado. Si no permanecemos unidos a la vid del amor, difícilmente podremos amar libremente como Jesús nos ha mandado.
Amar a los demás, implica amar sin hacer distinciones, como lo recuerda Pedro en el encuentro con Cornelio. Hoy, cuando el llamado a ser una sociedad, o una comunidad cristiana inclusiva, esta expresión adquiere mucha actualidad. La inclusión, para los cristianos no puede una opción o una cuestión de estrategia social, sino que es consecuencia del amar como Dios ama. Así como Dios no hace distinciones entre personas, tampoco nosotros podemos hacerlo, si realmente queremos ser testigos de ese Dios que es amor.
P. Ronald Flores Soto, misionero redentorista, Cauquenes