Dar frutos es creer y amar
Domingo 02 de mayo
Quinto Domingo de Pascua.
Ciclo B: San Juan 15, 1-8
Llegamos al quinto domingo de Pascua. Hemos experimentado el gozo y la alegría de tener a Jesucristo Resucitado en medio de la comunidad. A lo largo de estas semanas, Él se ha revelado a la comunidad de los discípulos. Les entregó su paz, sopló sobre ellos la fuerza de su espíritu para que salgan del miedo que los tenía encerrados. Jesucristo se les ha ido mostrando en su plenitud. La comunidad de los discípulos ha pasado de la “muerte del hombre viejo” al “nacimiento del hombre nuevo”. En estas semanas nos hemos convertidos en hombres y mujeres, creyentes en Jesús Resucitado, con deseos de configurarnos con su resurrección. ¿Qué has experimentado en estas semanas de pascua? ¿Cuál ha sido el camino que has recorrido? ¿De qué manera ha surgido el deseo de configurarte con Cristo Resucitado?
Esta experiencia de fe es lo que Pablo tuvo con el Resucitado. Pasa de ser un perseguidor de los cristianos a una persona creyente, anunciador de la Buena Nueva de Jesucristo. ¿Por qué me persigues? Es la pregunta que resuena en nuestros oídos y que, sin duda, hemos escuchado a través del texto bíblico que habla de su conversión. Para él, esta revelación le significó cambiar su antigua vida por otra de entrega radical a Cristo. Cuando Pablo trata de unirse con los discípulos en Jerusalén, éstos tienen desconfianza en él. No creían que fuera un verdadero discípulo. Lo interesante es que otro cristiano, Bernabé, se hace cargo de Pablo presentándolo a los apóstoles, dando testimonio de su camino de conversión. Saulo (Pablo), que comenzó su misión de anunciar a Cristo principalmente a los paganos, debió experimentar desde un inicio todo lo que debía padecer por causa del Evangelio. Desde ese momento, Pablo comienza a “convivir” con los discípulos. Es uno más entre ellos. Es parte de la comunidad de los cristianos. Los discípulos pasan del miedo y desconfianza en Pablo a creer en él, por lo tanto, a creer que el Resucitado actúa y hace su obra en la persona que se deja encontrar por él. ¿Cómo ha sido mi proceso de conversión en estas semanas? ¿De qué manera he sido parte de mi comunidad cristiana?
Para experimentar la fe que han vivido los primeros cristianos, necesitamos permanecer unido a la vid verdadera que es Jesucristo y al viñador que es el Padre Dios. Este quinto domingo de Pascua está marcado por este llamado de Jesús a permanecer unido a Él. Esta es la única forma de que todo/a discípulo/a misionero/a produzca frutos de amor. Sin comunión con Jesús no hay amor verdadero; y sin él, no es posible responder al Padre como él quiere. La viña es signo de la comunión con Jesús, y, por lo tanto, la de los discípulos/as entre sí en cuanto miembros de la comunidad. Separados de Jesús no podemos hacer nada, lo dice el texto del evangelio de Juan. La gloria del Padre Dios es que nosotros, como comunidad, demos frutos abundantes. Estos frutos son el creer y amar, la alegría y la confianza; y se dan gracias a la permanencia en él. Sabemos que todo lo que sucede está en las manos de Dios. Somos una comunidad que está llamada a salir de sí para anunciar la Buena Nueva a las personas de nuestro tiempo (al igual que lo hizo Pablo).
Hoy estamos invitados a ser portadores de la esperanza y de la paz. ¿De qué manera? ¿Cómo podemos transmitir esta alegría, esperanza y paz a los/as otros/as? ¿A qué nos llama Jesús en esta semana? Te invito a conversar con alguna persona cercana las preguntas que surgen en esta reflexión. Que tengamos una buena semana, y, que el Señor nos bendiga y acompañe en nuestro camino de fe. No tengamos miedo de configurarnos con Jesucristo Resucitado. Sabemos que Él hace nueva todas las cosas y que sigue vivo y presente en medio nuestro.
P. Carlos Pérez Triviño, misionero Redentorista, Futaleufú.